Una de las historias mas lindas que compartieron conmigo mis maestros nativo americanos es la de la “niña de las estrellas”. Explica el origen de nuestro mundo a partir de la llegada de una niña -venida de una estrella lejana- quien trajo consigo la vida humana, la cultura y hasta los cristales que usamos para sanarnos.
Las personas que escuchan la historia quedan irremediablemente enamoradas de ella.
Y es que todos nos sentimos fascinados por los fenómenos del espacio, los cometas, las estrellas fugaces, la posibilidad de vida extraterrestre.
¿Por que será que los misterios del Cosmos ejercen tal hechizo en las personas?
¿Por que será que algunos de nosotros sentimos una inmensa añpranza al contemplar las constelaciones en una noche serena?
¿Por que será que año a año, van en aumento los avistamientos de luces y otros fenómenos inusuales en el cielo?
¿Es que algo, allá afuera, nos está llamando?
De hecho, estamos unidos al Cosmos de manera inexorable.
Puede que los escépticos sonrían ante esta afirmación, sin embargo, ni siquiera ellos pueden escapar al hecho de que:
“el nitrógeno de nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre… se hicieron en los interiores de las estrellas en proceso de colapso. Estamos hechos de sustancia estelar.” (Carl Sagan)
Nuestra misma existencia es producto de las explosiones de supernovas lejanas, y el destino de nuestro sol cuando termine sus días como luminaria es convertirse en la materia prima que construirá otros soles e iluminará otros mundos.
Estamos unidos y conectados mas allá de toda duda. Somos, definitivamente, criaturas de las Estrellas.
Vivimos en un Universo maravilloso en donde no existe un “allá afuera”, ni vacío, ni distancia, ni final, sino una red unificada, infinita, en permanente movimiento.
Tenemos que honrar, cada día, el extraordinario regalo de la conciencia, que nos brinda la posibilidad de este y otros descubrimientos…
y recordar -en todo momento- nuestro lugar en el Cosmos, porque eso es lo que nos permitirá transitar esta vida como lo que es:
un suspiro breve, pero sublime, de eternidad.
Flavia Carrión